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lunes, 6 de septiembre de 2021

Un mal día para Jonás

 


Quizá has tenido un mal día. Uno de esos que no nos gustan porque nos pasan todo tipo de cosas desagradables casi que organizadas una tras otras y en formato anacrónico. Los malos días generalmente suelo clasificarlos como en el género literario: Comedia o Drama.

En la comedia siempre se termina con un final feliz. En la mayoría de los casos en un matrimonio y suceden cosas de plano domestico tan rápidamente que al final terminamos   riéndonos de la desgracia o de la ventura.

Ahora llevemos esto al plano del drama, donde las situaciones son adversas, supongamos que tenemos la historia de alguien que se casa a contra voluntad y tenga que vivir una vida de sufrimientos y situaciones que no le dan la felicidad plena. Puede que termine en un final feliz o no, eso dependerá de las acciones y decisiones que tome el o la protagonista.

Pero en la tragedia las situaciones van al límite. Son historias casi épicas donde los personajes son puestos a prueba y son pruebas tan duras y dantescas que terminan siempre con un final funesto. La muerte es la tragedia humana a la que solo le damos trato de pesadilla o de una idea fugaz y baladí.     

Entonces pienso en el mal día que tuvo Jonás. Una historia que podemos leer en un libro que lleva su mismo nombre. Una épica llena de todo tipo de imágenes oscuras y terribles que ablandamos en historias para niños. En esta historia el mal no tiene ningún tipo de protagonismo. Todo el mal que sucede es producto de la desobediencia de Jonás.

Imagina a un pueblo prospero, rico y abundante en todo, pero que son los principales enemigos de tu pueblo y te han invadido, te han saqueado, han matado a tu familia y aun lo continúan haciendo. Después estas tú, que desde hace mucho tiempo has hecho la labor de profeta para tu pueblo. Pero en tu pobreza, tienes una relación con un Dios poderoso que habita tras la cortina de la eternidad, siempre presente e inmanente. Solo que aún no lo sabes o no lo has entendido.

Me refiero a un ser más allá de nuestra dimensión o de nuestra comprensión, que domina y ata todas las cosas a sus designios. Esta en todo y nada se escapa a su vista, que es una manera antropomorfa de explicar que nos mira, aunque el ojo humano es una de sus creaciones más sencillas. Ese ser eterno y omnipresente te da un mensaje para ese pueblo o a esa persona que tanto odias. Un mensaje de amor, restauración, perdón y misericordia.

Entonces el mal día de Jonás comienza cuando decide desobedecer a su Dios y tomar una dirección distinta a la habitual. A la que tomaba siempre y cuando ese ser omnipotente le daba una palabra y un mensaje a la gente de su propio círculo. Entonces Jonás termina embarcándose en dirección a Tarsis y no hacia Nínive. Y es cuando la épica comienza.

Vemos un barco no tan grande pero capaz de tener un camarote para el reposo de un viajero que está a punto de enfrentar la tragedia. Los mares se tornan de azul intenso que pasan a ser un azul con tono grisáceo no agradable a la vista de un buen marinero. Porque sabe que la tormenta viene y una buena paga no es suficiente para tomar el riesgo. Jonás duerme, mientras tanto en una áspera cama de un barco que se tambalea y él sin pensar que en la oscuridad del mar y de sus misterios, esta una criatura de dimensiones aun desconocidas tanto para él como para los que timonean en el mar.

Una criatura que ni en las pesadillas más lúgubres puede hallársele forma. Es un ser al que se la ha dado el epitafio de pez (si es que ha muerto) sin que sepamos nunca de que tipo de pez se tratase. Como diciéndonos que es preferible llamarle así que tener alguna otra descripción que nos termine quitando el deseo de volver a meter los pies al agua.

Los marineros entienden en su propia comprensión teológica que los dioses están enojados. Pero, para haber llegado a esa conclusión tuvieron que haber visto algo que solo los marineros expertos pueden ver en el comportamiento de las aguas. Olas tan altas como montañas que levantan y dejan caer al barco hacia precipicios abismales y oscuros con arrebatos de vientos agresivos y violentos que no dejan lugar a dudas de que el mar impone sus reglas.

Levantan a Jonás quien se rehúsa a entender al principio que todo se debe a su mal comportamiento. Y después de echar suertes para saber quién trae pegado el infortunio de los dioses dan con que Jonás es el culpable. Ahora solo pensemos si el mal día de Jonás ha terminado. Este profeta rebelde admite que el problema es él y les pide que lo lancen al mar. Hasta yo mismo pediría algo igual. Puesto que no tendría el valor de lanzarme yo mismo a la suerte de tan imponente ira.

Una vez lanzado Jonás queda atrapado en medio de olas con algas que se enredan en su cabeza, y allí la criatura que nadaba en la oscura o grisácea marea tormentosa se lo termina tragando quedando Jonás atrapado en el vientre del pez.

Algunos eruditos argumentan que se trata de una metáfora de Jonás cayendo a las profundidades del mar sin remedio. Cada vez hundiéndose más en el oscuro vientre de lo poco explorado y desconocido a totalidad hasta hoy por el hombre. Sin posibilidades de respirar y sin posibilidades de moverse siendo empujado hasta lo profundo e inerte.

Pero si de una criatura se tratase. Las algas en las que estaba enredado fueron confundidas por una especie de pez que no era carnívoro. Por lo que sin ser masticado Jonás entra al estómago de la criatura yendo finalmente a una oscuridad inentendible a la comprensión del profeta. Y es que la misma historia lo narra de esa manera. Por lo que el mar está lleno de misterios tal como la mente de Dios para el vil mortal.

Lo que más llama mi atención es lo que suponen algunos rabinos y eruditos bíblicos sobre la estancia de Jonás en el vientre del pez. Ya no está en el camarote. Ahora está en un oscuro lugar de perdición. Es probable que Jonás ya estuviese en ese estado meta terrenal entre lo vivo y lo muerto, rogando que su alma vuelva a tener un respiro de vitalidad para poder arrepentirse en vida y hacer lo que en algún momento prometió “hacer la voluntad de Dios” 

El mal día parece que está por terminar. Jonás luego de tres días resucita por la gracia de Dios, no porque lo mereciera ni para que pensemos que tal situación es posible por mera voluntad humana. Y es vomitado del vientre del pez en las costas que dan hacia Nínive. Da el mensaje y solo espera a ver qué sucederá. Él sabe a regañadientes que Dios los perdonará si ellos se arrepienten de su mal camino y Dios le dice algo que en resumidas palabras quiero interpretar.

“El ser humano perece todos los días, a veces no distinguen entre lo bueno y lo malo y eso los lleva a la perdición ¿no puedo yo tener misericordia de ellos y ayudarlos? Después de eso estoy seguro que Jonás no fue el mismo, quedándose a vivir en Nínive donde una ciudad lleva su nombre.

Innumerables veces nos hemos visto caer enredados a profundidades oscuras y terribles sin posibilidad de volver a ver la luz de la superficie. Y es que en esas situaciones donde no sabemos que hacer pues estamos atados, enredados por maliciosas e inoportunas algas que solo nos imposibilitan el movimiento en lo económico, en lo familiar y hasta en lo espiritual no podemos esperar nada peor. Y así atados nos hundimos sin saber que un infortunio más grande puede estar detrás de eso y no me refiero al gran pez sino a la desobediencia.

Entonces tendríamos que recapitular el estado de nuestras vidas y tomar conciencia de lo que Dios quiere hacer con nosotros. Y es cuando llego a la conclusión que, mientras caigo en la profundidad del mar más oscuro y tenebroso si no fuese por esa criatura desconocida que nada bajo las olas más tormentosas, moviendo sus enormes aletas en medio de truenos y luces de relámpagos en el cielo que revelan la silueta de ese animal espantoso que es capaz de tragarme sin devorarme, estaría muerto y perdido en las profundidades del mar, pero él me lleva a salvo hasta el lugar donde la providencia quiere que esté y viva. Ese es mi Dios, así es él.