Cierto día veía un
documental en National Geographic sobre la vida de los gorilas
en el Congo. Los investigadores estaban fascinados con un tipo de gorila que no
era para nada agresivo e incluso podían sentarse junto a ellos sin ningún
problema.
Pero del otro lado
de la selva estaba un grupo de gorilas con una morfología más grande y una
actitud más agresiva que la de sus otros hermanos de su misma especie. A esos
el equipo de investigación tenía que acercarse con sumo cuidado, usando cámaras
con objetivos de alto alcance y micrófonos de alto espectro. Hasta que en un
momento del documental se hacen la pregunta ¿Por qué estos gorilas son más
agresivos que los otros?
La razón es que en
esa zona existen muchos ríos que tras largos períodos de sequía desaparecen,
pero cuando llega la lluvia vuelven a tomar sus causes, entonces en algún
momento el río creció y dividió al grupo de gorilas dejándolos en diferentes
condiciones de vida.
Un grupo quedó
aislado en un lugar de abundante vegetación con un número mayor de hembras. El
otro grupo quedó en una zona menos provista de condiciones favorables para la
vida, obligándolos a pelear por la comida y a pelear por las hembras haciendo
que este grupo fuese más agresivo y territorial.
Esto me obliga a
pensar en nuestra conducta humana, cuando estamos en condiciones favorables o
desfavorables para la vida.
La
conducta suele definirse como nuestras acciones o nuestro comportamiento en
relación a nuestro entorno. Pero la conducta o el comportamiento nace según las
fuerzas psicológicas que se ejercen dentro del individuo, así lo creía el padre
del psicoanálisis Sigmund Freud (1856-1939)
Esas fuerzas puedo
interpretar, son producto de la crianza, del estilo de vida o de las
condiciones en las que el individuo ha crecido y ha entendido su mundo. No
tendríamos que ir muy lejos para entender que en Latinoamérica las condiciones
de algunos países durante más de ochenta años han sido cambiantes. En unos
casos favorables y en otros no.
Existen países
que, aunque la realidad económica pinta una estabilidad duradera, por otro
lado, existen comunidades que son agraviadas por situaciones desfavorables como
derecho a la salud, a la educación, a la vivienda y más aún a la vida.
Y así como los
gorilas han quedado separados por un río, del mismo modo existen países
donde el río puede interpretarse como corrupción, donde un grupo se
enriquece dejando a miles en la pobreza, puede interpretarse también
como tiranía, donde las libertades y el derecho a la vida ha sido cercenado
solo a un grupo de personas contrarias.
Entonces
independientemente de donde estemos vamos a encontrar grupos de gente agresiva
porque la vida les ha sido difícil, vamos a encontrar gente incrédula porque no
les ha sido necesario creer en nada para sobrevivir. Hay grupos que
pueden ser sensibles al evangelio, pero su comportamiento es bastante tosco y
agresivo entre sus hermanos y en su entorno.
Los pastores aun
con su pequeño esfuerzo pueden ayudar a favorecer condiciones en las que una
comunidad pueda interactuar en un entorno de paz e igualdad. Porque en esencia
la iglesia es eso una comunidad de fe. Donde la gente comparte las verdades del
evangelio y las pone en práctica desde la iglesia hasta su casa y de su casa a
la comunidad.
La cuestión de la conducta en el
individuo está muy arraigada a la concupiscencia. Que viene siendo ese deseo de
hacer el mal que en todo hombre habita producto del pecado. Ese simple y
sencillo termino es incomprensible para una mente y un corazón sin valores espirituales puesto que tiene que
ver con el alma humana y su esencia.
Los pastores creemos que solo un nuevo
nacimiento en Cristo Jesús puede transformar el alma humana y hacerla
consiente del pecado y de su concupiscencia para luego convertirse en un
hombre o en una mujer capaz de hacer la voluntad de Dios y eso no se logra con
proyectos sociales. Sino con la predicación de la palabra. Los proyectos
sociales vendrían hacer obras de justicia y bondad que de la misma manera
Dios nos invita a hacer. Pero no cambian el alma humana de pecado.
Y es que hemos tenido tantas experiencias en Latinoamérica de gente a la que se la ha entregado enormes financiamientos para obras sociales que finalmente terminan desapareciendo tras la cortina de la corrupción, y se debe a que muchos de esos grandes financiamientos terminan en manos de hombres y mujeres que no temen a Dios, no tienen conciencia de pecado, y obran según su concupiscencia.
Es un atolladero para el cambio de conducta de una sociedad, cuando en todo país los gobernantes son los que tienen la responsabilidad de contribuir a todo lo que genere entornos confiables para la vida. Solo ellos están facultados para favorecer las condiciones en las que los derechos sean respetados, en la que todos puedan ganarse la vida de manera honesta y no generar luchas de unos con otros por los recursos fomentando conductas agresivas y leyes de la jungla o del lejano oeste.
Mientras tanto sea
cual sea la condición en la que estemos como país, favorable o desfavorable,
seguiremos haciendo lo que durante más de 2000 años hemos estado haciendo,
predicar el evangelio que puede cambiar las vidas, y si cambian las vidas,
cambia también su entorno, aun si están en el más oscuro de los lugares, serán
luz en las tinieblas.